Punto de partida: la investigación abierta

Un agricultor hace uso de sus herramientas, talentos y conocimientos para aprovechar lo mejor posible las ventajas del bien común que es la tierra. Una vez que termina la temporada, el agricultor entrega la cosecha a un distribuidor que se encarga de comercializar el fruto de su trabajo y el de otros agricultores. ¿Cuánto recibe realmente el agricultor por su trabajo? ¿Cuáles son las posibilidades reales que tiene la ciudadanía de acceder al bien común de manera autónoma?

El problema del agricultor, el distribuidor y la ciudadanía no es una historia del pasado. El producto de un trabajo que hace uso de un bien común, y el cómo este se distribuye y retribuye dentro de la sociedad, es un tema que cada vez suscita más interés no solo en los gobiernos y la ciudadanía, sino que también en la ciencia, pues como el agricultor elaboró cosechas a partir de la tierra, el científico construirá evidencia nueva a partir de conocimientos previos. Ambos crean productos que son bienes esenciales para la ciudadanía, a partir de bienes comunes de la humanidad. El problema para ambos está que parte de ese quehacer ha sido privatizado, restringiendo a la ciudadanía del libre acceso a tales bienes.

Los prejuicios de esto no solo son extrapolables a la situación que está ocurriendo con las patentes de las vacunas de COVID-19, donde gran parte de los organismos internacionales llaman a que estas sean consideradas bienes públicos. Así como la privatización al acceso de un conocimiento médico produce no solo desigualdad entre los países más ricos y menos ricos, el conocimiento de la sociedad - evidencia de cómo mejorar el cumplimiento de las medidas de cuidado, por ejemplo - implica un daño invaluable en cómo producimos cada vez mejor información para combatir la pandemia.

Así, a pesar de que con la globalización y la era digital la labor científica ha podido crear conocimientos con mayor facilidad y divulgarlos de manera inmediata, el desconocimiento y los mitos sobre las leyes que amparan la propiedad intelectual han sido el principal obstáculo para dar el paso hacia la apertura de la creación científica (Fernández, Graziosi, y Martínez 2018). El miedo a ser sancionado por la editorial, el temor al plagio y la pérdida de reconocimiento autoral, destacan entre las principales razones, sin mencionar el dominio que poseen las revistas científicas sobre el conocimiento que se genera y que son publicados por las mismas. Dicho esto, la apuesta por destinar los esfuerzo hacia una libre circulación del conocimiento apunta a la necesidad de reapropiarse de los beneficios, resultados y saberes científicos. En este sentido, Banzato (2019) hace un llamado a los organismos de América Latina para generar espacios de evaluación y difusión que sirvan para la democratización del conocimiento, siendo esta un estrategia cultural y política que busca promover los procesos de producción y reproducción social del saber.

La apertura de nuestras investigaciones traen más beneficios que dificultades: no solo contribuimos a nutrir el conocimiento colectivo sobre un problema, sino que incluso podemos alcanzar mejor visibilidad de nuestro trabajo científico. Por eso, en el siguiente capítulo te presentaremos aspectos de debes considerar para lograr una exitosa apertura de tus publicaciones y resultados de investigación.

Referencias

Banzato, Guillermo. 2019. «Soberanía del conocimiento para superar inequidades: políticas de Acceso Abierto para revistas científicas en América Latina». Mecila Working Paper Series 18: 1-18.
Fernández, Juan Carlos, Eduardo Graziosi, y Daniel Martínez. 2018. «Derechos de Autor y Ciencia Abierta: El Papel de La Biblioteca Universitaria». En VIII Conferencia Biredial-ISTEC. Lima - Perú.